Lejos,
extremadamente lejos de tus besos intentando en vano cazar las estrellas con
los dedos, echándote de menos tu carita de melocotón, tu boca, tu pelo.
Mirando al cielo implorando un tiempo muerto al dueño del universo para que
escuche mis versos y me mande de regreso directo a la tierra del fuego, a tu
cama en llamas con besos de queroseno. Y me enveneno aquí sin ti, extraño tu
presencia que es miembro de tu esencia, duele más tu ausencia que las balas del
infierno.
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